Os traigo este artículo de gran interés. Resume PERFECTAMENTE como este país, nuestro país, y sobre todo el sur, donde vivimos, es la cuna del ruido. Argumentando frases como "el clima de nuestra ciudad es propicio para vivir y disfrutar en la calle" o la tan repetida y manida " la hostelería es lo único que funciona en este país ¿le vas a quitar su pan?", estamos protegiendo un delito medioambiental tipificado en las leyes europeas, nacionales y autonómicas porque lesionan gravemente derechos constitucionales.
El ruido está ampliamente regulado, hay normativa estatal, regional y
local. Se hacen eco de un mandato constitucional, el de proteger la
salud (artículo 43) y el medio ambiente (artículo 45) y se trata de
poner coto a prácticas que puedan dañarlo, porque el ruido puede
producir nocivos efectos físicos, como la sordera, pero también afectar,
sencillamente, al bienestar. Los datos de la OCDE sitúan en 65
decibelios como promedio diario el umbral que no ha de traspasarse para
no dañar el sistema auditivo. Y la OMS en 1999 rebajó a 55 el tope a
partir del cual se puede hablar de molestias serias para el bienestar.
Cuando se hacen estos cálculos, cuenta Pedro Cobo, investigador del
Centro de Acústica Aplicada del CSIC, se suele penalizar con cinco
puntos más el periodo de tarde y con 10 el de la noche para calcular un
promedio más justo. En el interior de las viviendas no pueden emitirse
más de 35 decibelios nocturnos.
“No es lo mismo un ruido molesto, pero del que se tiene constancia de
que terminará, como unas obras en la calle, que pueden causar
irritabilidad, insomnio e incluso angustia, que un ruido que parece que
no se resolverá nunca”, empieza. “Y tampoco se lo toma igual una persona
que otra, porque algunas pueden dormir con una bomba al lado y otros se
despiertan con un ruido mucho menor. Para estos últimos, la angustia de
saber que esa fuente de ruido no va a cesar les ocasiona angustia,
ansiedad, pero también indefensión cara al futuro, ya lo han probado
todo, tapones, dormir con la radio, y nada les soluciona. Entran en una
angustia auténtica, se preguntan qué hacer con su vida, y a veces acaban
cambiando de piso”
Es una cuestión de educación y cultura. Todas son diferentes, pero hay
umbrales de sentido común que permitirían abrir las ventanas en verano.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/08/10/actualidad/1344626607_498966.html
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