martes, 24 de septiembre de 2013

Un bar para no entrar: Un artículo que desgrana la quita esencial de lo que es un bar en Sevilla

http://blogs.grupojoly.com/caja-negra-sevillana/2013/09/21/un-bar-para-no-entrar/

Un bar para no entrar

Carlos Navarro Antolín | 21 de septiembre de 2013 a las 5:00

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EN un bar del barrio de San Lorenzo se han hartado del chiquillerío sediento que pide vasos de agua para calmar la sed de las tardes de juego en la plaza, a la vera del azulejo del Señor y del monumento a Juan de Mesa que ya luce las pintadas de rigor en el pedestal. O sus padres consumen en el bar, o no hay agua para los niños. Ni el socorrido búcaro, ni la bandeja con vasos usados que usan ya muchos bares como fórmula alternativa. El que quiera agua que pida primero una fanta. El agua es solo para el cliente. Como la llave del servicio, como el campo para quien lo trabaja, como la hoja de reclamaciones. Dejad que los niños se acerquen a mí, pero que sus padres pasen por caja primero. Se suponía que el agua no se le negaba ni al enemigo, pero el dueño de este bar es como Bilardo. ¡Domingo, Domingo, a los niños ni agua! Hace tiempo que hay que hacer en Sevilla una lista de bares poco recomendables, una lista negra como el negro de los camareros vestidos a lo Baremboin, esos camareros que son la otra cofradía de Los Negros que aún no ha estudiado Isidoro Moreno Navarro. El bar que niega agua a los niños no merece la pena ni aunque tuviera la mejor ensaladilla del mundo. Si no sabes sonreír, no te coloques detrás de un mostrador. Eso dicen los chinos. Si tienes una de las plazas más bonitas de la ciudad, una ristra de veladores y una algarabía infantil cada tarde y eres incapaz de encauzar de una forma eficaz la demanda de agua de los niños, mejor será que busques una franquicia sin alma, desubicadora y de las que cronometran el tiempo de atención al cliente. Las prohibiciones revelan cómo es la sociedad del momento. Ya no se prohíbe el cante ni escupir. Ahora se prohíbe pedir agua si no hay alguna consumición de pago. Quien coloca carteles para negarle el agua a los niños sabe que la clientela de los bares de Sevilla es cada vez menos exigente, que traga con todo, de ahí la degradación descarada de una hostelería que es la gallina de los huevos de oro reventada. El público se traga los bares sucios como se traga los taxis sin aire acondicionado, el público acepta de forma lanar verdaderos tratos indebidos de muchos camareros, urinarios sin papel higiénico, saludos que no son correspondidos, desdén en la atención y tantas y tantas muestras de que el noble oficio del tabernero se ha dejado en manos de cualquiera, porque cualquiera montaba un bar, enterraba la tapa y te obligaba a jamar raciones o platos en los veladores para engordar la caja como un cochino bellotero. Y el público, tragando. Ahora, ironías del destino, se cierran los reservados y se vuelve a las mesas con tapas. La crisis ha resucitado la tapa en cierta forma. El público de los bares recuerda demasiadas veces al de la plaza de toros, se conforma con lo que le echen. Y traga con sentarse en una mesa en la que hiere a los sentidos la sola contemplación de semejante prohibición. ¿Saben que en Sevilla hay 4.000 bares? Pues para algunos sólo hay ya 3.999. Los sevillanos tenemos los bares que nos merecemos. A la plaza, sólo para rezarle al Señor y sentarse en un banco.

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