martes, 21 de octubre de 2014

Rebelión en la Costanilla y la ‘doctrina Fley’


Carlos Navarro Antolín | 21 de febrero de 2014 a las 5:00
pancarta contra ek Botellón en San Isidoro
Los vecinos del entorno de la Parroquia de San Isidoro están hasta las trancas. Pero no del párroco, no piensen malamente que se les ve venir, que don Geraldino es hombre de la Casa Asenjo hasta los tuétanos y ha recuperado la meditación que antaño hacía de pórtico a los cultos del Cautivo de San Ildefonso, donde don Geraldino también manda, pues sus tentáculos son largos, no saben ustedes lo larguísimos que dicen los feligreses que son… Estos vecinos están en modalidad de vecinos indignados por mucho que han quitado las farolas-ducha por unas farolas sacadas de la salmantina Casa Lys. Y estos vecinos no son precisamente anti-sistemas, de rastas, pañuelo en la cara y barricada. Son más bien vecinos de ruán, de precepto, de escritos de denuncia ante la administración (in)competente, de pedir reuniones con Amidea Navarro, la delegada del Distrito Casco Antiguo que quitó de su despacho al Ché Guevara y puso al Señor de Pasión; de perder una mañana en la ventanilla de la Gerencia de Urbanismo para repasar el número de licencias de veladores en la Alfalfa, que es una ZAS, que algunos no interpretan como Zona Acústicamente Saturada, sino como esa marca de margarina que dispara el colesterol como se multiplican los veladores sin licencia en el milagro del pan y los peces de la Iglesia Zoidiana. Dice uno de estos peligrosísimos vecinos de intifada y que tiene interiorizado que el PP es un partido al servicio del capital que se vale de las fuerzas opresoras del Estado: “Tras examinar lo que hay en Urbanismo sobre los veladores de toda la zona de la Alfalfa, hay casos verdaderamente escandalosos”.
Y estos vecinos, a los que el alcalde conoce personalmente en muchos casos por compartir devociones cofradieras y hasta hábito en la estación de penitencia, tienen el defecto –terrible defecto– de tener hasta curriculum: ¡Qué desfachatez! Están hartos de los ruidos nocturnos de los fines de semana y hastiados de la botellona que no sólo puebla la Alfalfa cuando la Policía Local limpia el Salvador, sino la Cuesta del Rosario, la Pescadería y la mismísima Costanilla, cuyas escaleras de acceso al templo huelen a pizza hasta las doce y a destilados de marca blanca a deshoras.
La Alfalfa no es el Gamonal hispalense, tampoco es Bellavista levantada en protesta por el simple cambio de un rótulo del callejero, pero a Zoido le han crecido las pancartas en territorio amigo. Fíjense en la literalidad de la denuncia: “Lo que no deja de causarnos asombro es la absoluta pasividad del Ayuntamiento tanto para actuar de oficio como a instancia de las numerosas quejas y denuncias presentadas. Esta pasividad municipal es la que nos lleva a la acción”. Silencio, se rueda.
pancarta contra ek Botellón en San Isidoro
Gobernar es pisar callos y estar en permanente actitud de priorizar unos objetivos respecto a otros, enfundarse el traje de bombero cotidiano para apagar el fuego de cada mañana. No ha calmado Zoido las llamas de Bellavista, con la ayuda de la pusilanimidad palaciega, cuando se le revoluciona la Costanilla al mismo tiempo que en su gobierno se evidencia una división de criterios (¿O algo más?) entre dos pesos pesados a cuenta de la ITE. Resulta cuando menos llamativo que el reverendo Vílchez, delegado de Urbanismo, sea quien ponga el dedo en la llaga para acabar con un privilegio que no se entiende por mucho que se presenten sesudos informes que exoneran a los edificios municipales de pasar la inspección como cualquier hijo de vecino. Hemos acabado con los reservados de los restaurantes, pero no con ciertos privilegios de difícil digestión. El mismo Ayuntamiento que reclama con toda razón a la Junta de Andalucía (no diga Junta, diga PSOE) un total de 8,5 millones de euros en impuestos impagados, practica la política de Juan Palomo para librarse de apoquinar la ITE de sus 400 edificios, una ITE regulada por ordenanza municipal, no se olvide. La Hacienda local, implacable con la ley en la mano en el cobro de multas y en la imposición de recargos e intereses, no quiere dar ejemplo y se niega a cumplir con el engorroso trámite de pasar la inspección de sus sedes, alegando que tiene su propio servicio de protección de edificios. Tomen nota los bancos, las compañías de seguros y las grandes industrias que tienen un equipo de mantenimiento con señores de batas azules, cajas de herramienta y lápiz en la oreja: se pueden librar de pasar la ITE de acuerdo con la Doctrina Fley, ahora que tanto se habla de otras doctrinas. La dama de hierro del gobierno local, que gozaba del perfil más serio y respetable del ejecutivo, parece que tiene ya alguna fisura, aunque para algunos ya se agrietó al subirle el sueldo a su principal colaboradora por el hecho de asumir más funciones en una España en la que –con suerte– se trabaja más que en 2007 y se cobra menos que en 2013. Aunque sólo fuera por una mera cuestión de imagen, la Hacienda local podría haber dado ejemplo cumpliendo su propia ordenanza. Resulta pobre recurrir a un argumento de carril, basado en que el PSOE e IU tampoco sometían los edificios municipales a la ITE. Y en la propia estrategia de defensa está la trampa: la igualación con un estilo de gobierno que –se supone– había que sustituir por el de la luz y los taquígrafos. Se ve que la luz está muy cara y conviene ahorrar. Y los vecinos de la Alfalfa deben ser de ultraizquierda.

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